miércoles, 25 de mayo de 2016

Ayer puse esa canción.

Esa, la cual escuchaba horas y horas por las noches, la que sonaba constantemente mientras caminaba por las calles y en el fondo mientras escribía incontables palabras en tu nombre. La que venía a mi mente cuando estaba contigo, cuando hacíamos locuras, cuando me tomabas de la mano, cuando te miraba a los ojos y me dabas un beso, cuando caminábamos entre la gente hablando de estupideces que solo ambos comprendíamos. Cuando el humo nos unía y veíamos las estrellas. Cuando estabas. Cuando no. Cuando te quería... Y cuando tú no.

Puse esa canción y te extrañé. ¿Cuánto había pasado, cuánto había ocurrido con esa canción en mi cabeza? Pensé en tus ojitos dormilones y tus labios torpes. Se me hizo un nudo en la garganta y me dolían los ojos al evitar que se escapara una lágrima. Era algo que tenía, algo que teníamos y ya no tengo con nadie. Este año ha sido un festival de parejas pasajeras, de acompañantes de noche y de estrellas sin brillo.

Extraño ir y venir contigo, extraño compartir ese último cigarrillo, extraño tus manos en las mías y el baile de ese tierno jugueteo que la coreografía ya sabíamos de memoria. Extraño tocar tu pelo y que te derritas en mi toque, te extraño, te extraño, te extraño.

Y hoy escucho esa canción con nostalgia, en cada palabra nos imagino, en cada palabra nos veo, en cada palabra te recuerdo. El amor, ¿no? Recuerdo el sabor de tu boca, recuerdo el olor de tu piel, recuerdo el brillo de tus ojos, recuerdo el recorrido de mis manos en tu cara. Te recuerdo en un todo.

Es algo en tí que me hace respirar.